De todos los talentos que la Dany Castaño ha perfeccionado en sus cuarenta años de vida artística, este es el más especial: cuando comienza su show en la noche de domingo, el Parque Bolívar y las calles de Medellín se desdibujan. De repente su público está inmerso —y muerto de la risa— en sus historias. Esta fantasía es muy parecida a nuestra realidad de amores trágicos y violentos, de familias disfuncionales y malandros, de sueños frustrados de fama y dinero. Sus personajes mueren de maneras geniales, para darle paso a los comerciales que ella misma anuncia, mientras reorganiza los chécheres para el acto que viene a continuación. Aunque esta rutina se repite todas las semanas con la periodicidad de un programa de televisión, siempre es diferente y ha mantenido intacta su vitalidad y el afecto del público.