He recibido un encargo. Tengo que recobrar lo que queda de ellos. Omarino. Aredomi. Dos jóvenes indígenas esclavizados por La Casa Arana durante el auge del caucho y llevados a Europa para ser «civilizados». Los busco en los archivos amazónicos de principios del siglo XX y encuentro tantos espectros rompiendo silenciosamente la memoria oficial. Los sigo a través de los escritos de Sir Roger Casement, que describe el violento sistema de extracción del caucho. Viajo a Iquitos, una ciudad construida sobre las riquezas manchadas por la explotación. Los comerciantes ocupan los archivos, las víctimas permanecen en el olvido.
Un antepasado de mi hijo aparece entre los poderosos. ¿Es posible que sus vidas se cruzaran con las de Omarino y Aredomi? ¿Los busco a ellos o a algo enterrado dentro de mí? ¿Qué deudas acarrea esta herencia? Una carta a Casement revela: Omarino y Aredomi huyeron.
Los archivos se desmoronan. Ahora, la búsqueda debe adentrarse en los territorios a los que soñaban llegar. A lo largo de los ríos Putumayo e Igaraparaná, comparto por primera vez la foto de Omarino y Aredomi. Sus descendientes intervinieron con dibujos y palabras, ofreciéndoles descanso y promesas para el futuro. «Los muertos no quieren que se abra el cesto de su memoria; es una herida demasiado profunda para cicatrizar». Con este límite puesto, mi búsqueda se transforma. Mi carga comienza a latir de nuevo en mi interior. ¿Qué intento reparar, cumplir, cien años después?