En 1978 el músico Gustavo García -El Pantera-, se entregó a su oficio y vitalidad y grabó un disco impresionante, sin preocuparse por firmar algún contrato. La disquera lo lanzó en Colombia y alrededor del mundo y, sin embargo, nunca llegaron regalías, ni beneficios por su autoría. Desde entonces, El Pantera confía en la industria musical y sus composiciones nunca pasaron del papel, acumulándose en un apartamento de la Calle 19, en el centro de Bogotá. Ahora, es el contacto con músicos jóvenes “que ven en él a un maestro musical y a un artista que nunca se vendió” lo que lo empuja a materializar su obra y hacerla pública, a ganarse un lugar que, de alguna manera, él mismo se había negado. A través de su propia música El Pantera se vuelve a acercar al trabajo en equipo, a las presentaciones, a los homenajes y a la exposición pública, poniendo en duda su carácter solitario e irreverente.
Por Bryan Cuervo