Cuatro jóvenes cubanos están atrapados en un rascacielos de Moscú y sus sueños quedan suspendidos por la invasión rusa a Ucrania. Imagen tras imagen se acumula el sentido del vacío y la tensión de la espera. El sonido ambiental se convierte en un personaje adicional, su constante zumbido contrasta con las voces que emanan de los teléfonos móviles, el único vínculo con un mundo exterior en rápida transformación. El silencio también es otro personaje, que cubierto de soledad y melancolía, tiñe todo a su alrededor. Los temas de guerra y enfermedad son sutiles pero omnipresentes, creando un telón de fondo inquietante para estos jóvenes que buscan consuelo en las pequeñas entretenciones de la vida cotidiana y la comunicación remota. Aunque la película es discreta en su enfoque y pretensiones, su impacto es profundo, pues Luis Yero nos invita a reflexionar sobre la complejidad de la experiencia migratoria en un mundo cada vez más incierto.
Por: Andrés Pedraza Tabares