Yo, el Dios triste

Adolf (Milos Kopecký), el irresistible seductor de mujeres, siente cariño por Janicka (Hana Lelitová), una cantante de ópera novata. La chica, sin embargo, prefiere a los hombres famosos y, por tanto, Adolf no tiene ninguna posibilidad con ella. Un día, en un hospital, conoce a un partisano griego llamado Apostolek (Pavel Landovský) que le impresiona por su espontaneidad y facilidad para resolver todos los problemas, especialmente los relacionados con las mujeres. Adolf tiene una idea para vengarse. Familiariza a Apostolek con los modales sociales, lo viste a la última moda y le presenta a Janicka como directora de orquesta griega. Janicka se enamora instantáneamente del compositor inventado y Apostolek no lo hace mejor.