Narra la lucha del propio director Joaquim Pinto contra el virus del SIDA y la hepatitis C, enfermedades a las que el realizador portugués combate desde hace casi 20 años. El film es la crónica de un año de estudios clínicos con drogas y toxinas aún no aprobadas. Una reflexión abierta y ecléctica sobre el tiempo y la memorias, sobre las pandemias y la globalización, y sobre cómo sobrevivir a las expectativas.
Portiquo: Una introducción al cine queer portugués
Curaduría de Constança Carvalho Homem
Cuando la Cinemateca de Bogotá me invitó a contribuir a la edición 2025 de su Ciclo Rosa, mi impulso inmediato fue el de presentar cine queer portugués. Cine, en contraposición a cinematografía, es un mejor calificativo para la afinidad, la solidaridad y el intercambio entre los creadores del panorama actual, artistas (y plebeyos) que ya no temen el riesgo de la estigmatización personal o artística. La mayoría de las películas seleccionadas han sido producidas en los últimos cinco años y, quizá sin que resulte sorprendente, predominan los cortometrajes. En el entramado de una industria pequeña e insuficientemente financiada, el cortometraje ha permitido el surgimiento de un abanico de historias, personajes y dispositivos narrativos, con las expresiones idiosincrásicas e idiomáticas de mujeres y cineastas trans. Desde un punto de vista cultural y aspiracional, el programa se mueve en sentido contrario a las agujas del reloj. Su alfa y omega, ambas dirigidas por João Pedro Rodrigues, ofrecen fuertes contrastes: desde la fastuosa Fuego fatuo (2023), en la que se recicla la mitología nacional y la cultura de campamento se envalentona y parodia, hasta O Fantasma, la impactante ópera prima de Rodrigues para el año 2000, una mirada lírica y casi clínica sobre el deseo auto devorador del basurero, que pronto se convertirá él mismo en basura. Este movimiento en sentido contrario a las agujas del reloj describe un cambio desde el poder colectivo de afirmar, reclamar y reimaginar -una señal del rugiente nicho queer en acción-, hacia narrativas más tranquilas y solitarias.
Es un cambio que atestigua cómo una vez hubo un país cerrado en el que la disidencia sexual y de género estaba fuertemente marginada, aunque ya no fuera ilegal. El primer programa de cortometrajes está teñida de visiones de un mundo en formación, un mundo que celebra sus anomalías y fallos, allanando el camino a revoluciones individuales y compartidas, mientras que el segundo programa tiene un tono más realista, y está un tanto obsesionado por la necesidad de deshacer los hábitos violentos y persistentes de la normatividad. Los documentales seleccionados siguen la misma línea: en Amor Fati, de Cláudia Varejão, el amor se interpreta como semejanza e indivisibilidad, y sus múltiples facetas se muestran igualmente potentes. Por el contrario, ¿Y ahora? Recuérdame, de Joaquim Pinto, es un retrato de la vida lenta y el amor en el campo, un resultado improbable para el director y su pareja, sobrevivientes del Sida. Directores consagrados junto a artistas más jóvenes como Tomás Paula Marques, Ary Zara, Ágata de Pinho o Tatiana Ramos componen este programa, con el que he querido homenajear los esfuerzos pioneros y recientes del cine queer portugués.