Paraíso (Héctor Gálvez, 2009). Hace exactamente un mes que “Che loco” ha sido asesinado por una pandilla rival. Por esa razón Joaquín, Antuanet, Lalo, Mario y Sara amigos de toda la vida, cruzan el arenal que está a la salida de Paraíso para dejar ofrendas en la gruta de su compañero. Antuanet, la más supersticiosa del grupo, aprovecha la ocasión y ruega a todos que pidan sus deseos. Y es que el ingreso a la juventud es siempre complicado para estos amigos que viven en Paraíso: un barrio que cobija a un grupo de las 600 mil familias provincianas que emigraron por la violencia política.
Una curaduría centrada en una cinematografía tan poco conocida como la peruana tiene la ineludible exigencia de ser amplia, múltiple y heterodoxa. Pese a ser sostenidamente irregular -fallida, dirían varios- a lo largo de su exigua tradición fílmica, el cine peruano de los últimos diez años ha de contar con suficiente materia a disposición como para exhibir rigor, audacia y estilística radicalidad en un panorama actual tan vital como nunca antes.
