Don Francisco, un exhibidor cinematográfico ambulante, sueña con establecer una sala de cine en su pueblo natal, ubicado en la sierra de Durango. Apoyado por un joven cinéfilo, en sus múltiples viajes lleva a las poblaciones cine mexicano de corte popular, de aventuras y de vaqueros. La opera prima de Juan Antonio de la Riva marcó el inicio de una serie de retratos de la vida en las comunidades madereras de Durango, en la cual el retrato costumbrista se fusiona con la cinefilia, el humanismo y una buena pizca de emotividad.