La película se desarrolla en los años 40 y narra la historia de Manuel (Geraldo del Rey) un vaquero que, cansado del maltrato que recibe de manos de su patrón, lo mata y huye con su esposa Rosa. Prófugos de la justicia, Manuel y Rosa recorren las baldías tierras del nordeste de Brasil combatiendo el terror físico y espiritual que parece haber poseído el país.
Función del 27 de abril con Entrada Libre reclamando boleta en taquilla desde las 5:00 p.m. Aforo limitado.
Horizontes, pulsiones audiovisuales alrededor de “Dios y el Diablo en la tierra del sol” de Glauber Rocha (27 de abril al 7 de mayo de 2023)
Horizontes es un proyecto que propone revisar distintas miradas que confluyen entre dos programadores de cine a partir de una provocación: una película, una imagen o un tema, y de esta manera generar relecturas de obras audiovisuales, fenómenos sociales o temáticas a partir del intercambio de miradas y aproximaciones curatoriales desde el audiovisual latinoamericano. En esta tercera edición la provocación es la película Dios y el Diablo en la tierra del sol de Glauber Rocha (Brasil) y les curadores son María Campaña Ramia (Ecuador) y Victor Guimarães (Brasil), quienes proponen en esta ocasión diez programas de películas que conversan con esta obra audiovisual y su contexto. Este ciclo es organizado por la Cinemateca de Bogotá - Gerencia de Artes Audiovisuales del Idartes, con el apoyo la Embajada de Brasil en Colombia, Metrópoles, la Cineteca Nacional de Chile y la Filmoteca UNAM de México.
Curaduría invitada "Sertão/Mar" por María Campaña Ramia (Ecuador)
I
Glauber Rocha tenía 25 años cuando escribió el guión y comenzó a dirigir Deus e o Diabo na Terra do Sol (Dios y el diablo en la tierra del sol). A fines de abril de 1964, semanas después del golpe de Estado civil-militar en Brasil, su película participó en la competencia oficial del Festival de Cannes. Casi seis décadas más tarde, en 2022, la obra de culto del Cinema Novo brasileño volvió a proyectarse en las pantallas del certamen francés en copia restaurada con imagen 4K y sonido remasterizado. Es esta versión la que llega a la Cinemateca de Bogotá para el ciclo Horizontes, levantando nuevas preguntas para un filme polisémico que sólo ha multiplicado su vigencia con el paso del tiempo.
Dios y el diablo en la tierra del sol denuncia la explotación y pobreza en el sertón nordestino al relatar —desde una visión alegórica enfatizada por los cantos de cordel, y una estética austera y contrastada— el periplo de Manuel y Rosa, una pareja de sertanejos que deben huir de su hogar luego de una discusión que termina con la muerte del coronel para el que trabaja Manuel. En el camino adhieren a la secta del beato Sebastián y cruzan sus destinos con el cangaceiro Corisco, un bandolero perseguido por la ley, y Antonio das Mortes, un matador a sueldo contratado por la iglesia católica y los latifundistas de la región.
Dios y el diablo en la tierra del sol es una obra viva que hoy, en 2023, resuena con la misma agudeza al hablar de un país que no ha superado sus conflictos políticos y sociales. Es también una pieza inquietante por la complejidad de su espíritu: un filme humanista por sobre todas sus cualidades que no obstante acoge una posibilidad metafísica, en donde el bien y el mal nunca logran ponderarse, y en el que coexisten diversas fuerzas políticas, sociales y naturales en contradicción.
II
Que assim mal dividido / Esse mundo anda errado / Que a terra é do homem / Não é de Deus nem do Diabo
Llegué a vivir a Brasil hace doce años. Me parece aún reciente la alborada anaranjada que se pintaba fuera de la ventana del avión poco antes de aterrizar. Pero la realidad es que ha pasado casi un cuarto de mi vida desde que esta tierra soleada, a la que no cambiaría por otra, decidió acogerme. Los primeros años fueron más prósperos. Luego llegó el impeachment de Dilma, seguido por aquellos días en que gritábamos «Fora Temer» con total convencimiento de que nada podría ser peor que su insultante presencia. Pero Brasil eligió a Bolsonaro y con ello entendí que tal vez había idealizado a esta patria amada y dividida. Fueron años de un sofoco indescriptible.
Recibí la invitación para realizar esta curadoría apenas meses después de un nuevo amanecer luminoso. No obstante, las aceras siguen pobladas de personas en situación de calle; la gente tiene hambre; el sertón está seco y la Amazonia, diezmada; comunidades Yanomami agonizan, exterminadas por todo lo peor que tiene este país. Aunque hay esperanza, el daño fue devastador e irreversible. Constato con rabia que aunque Dios y el diablo en la tierra del sol se estrenó en 1964, es imposible verla hoy como si no fuera también una película de nuestros tiempos.
Mi trayectoria como curadora y programadora de cine ha estado constantemente iluminada por la potencia del documental. Las películas que defiendo tienen que ser experiencias artísticas capaces de desestabilizarme, conmoverme y transformarme. Las seis obras que integran mi selección cumplen con ese requisito; no pretenden develar coincidencias formales tanto como indagar provocativamente sobre urgencias contemporáneas sintonizadas con la obra maestra de Glauber. La escasez, el abandono, la explotación laboral, la lucha de clases, la seca —varias de las consecuencias de lo que hoy conocemos como cambio climático e injusticia ambiental— son cuestiones que dan origen al filme de Rocha así como al programa Sertão/Mar.
Para establecer una estructura de pensamiento, me impuse una regla que me permitiera enmarcar el conjunto: todos los filmes debían desarrollarse en un espacio semiárido. De esta condición establecida a priori fueron revelándose coincidencias temáticas y formales: ya que el desierto es sinónimo de seca, el agua —o su ausencia— es un elemento fundamental en los filmes. Todos se desarrollan a ras del suelo; son películas de horizontes amplios, lejos de construcciones elevadas y atmósferas urbanas. Más que sus propias casas, los personajes habitan el campo seco, montañas, desiertos y salares. Son, por lo tanto, filmes de exteriores en los que la gente camina con los pies en contacto con un suelo polvoriento y una vegetación espinosa.
Son obras propulsadas por mujeres fuertes y, sin excepción, representan a etnias y grupos sociales marcados por experiencias colectivas de resistencia y relaciones conflictivas con su tierra. El trabajo es otro aspecto determinante en las obras escogidas, pues éstas ponen de manifiesto una crítica aguda frente a la labor desequilibrada y las condiciones capitalistas que se imponen para los personajes. Finalmente, espero que de este conjunto curatorial emerja una reflexión duradera sobre la relación inexorable entre la vida y la muerte, impulsada por una visión humanista.
La obra de Ismail Xavier ha sido clave para mí en este breve intento por develar los misterios de Dios y el diablo en la tierra del sol. Sertão Mar es, de hecho, el título de uno de sus libros. En una de sus páginas el investigador y profesor comenta la secuencia final de la película de Glauber. Quisiera cerrar este texto con palabras que resuenan en todos los filmes que presentaré a continuación: «Innegablemente ese final es la afirmación reiterada de que la revolución es urgente, la esperanza es concreta.»
PROGRAMAS:
- Mi nombre es Sal (Dir. Farida Pacha, 2013) Suiza, India. 92 min.
- Gulistán, tierra de rosas (Dir. Zayne Akyol, 2016) Canadá, Alemania, Siria. 86 min.
- Esperando el carnaval (Dir. Marcelo Gomes, 2019) Brasil. 85 min.
- Two-Spirit (Dir. Mónica Taboada-Tapia, 2021) Colombia. 16 min. + Sin ruido, los figurantes del desierto (Dir. Michal Madracki, Maciej Madracki, Gilles Lepore - MML Collective, 2017) Polonia, Francia. 64 min.
- Utama (Alejandro Loayza Grisi, 2022) Bolivia, Francia, Uruguay. 87 min.
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Curaduría invitada "Resonancias latinoamericanas de un terremoto" por Victor Guimarães (Brasil)
La exuberancia de Dios y el Diablo en la Tierra del Sol – inclasificable en sus cruces paradójicos entre la artificialidad teatral y el realismo más seco, entre el exagero operístico y el tono meditativo, entre el plano secuencia y el montaje de atracciones, entre la sofisticación formal y la popularidad de los personajes y las canciones, entre la crónica histórica y el mito – hace con que sea, en principio, muy difícil emparejarla con otras películas, ya sean históricas o contemporáneas. Escribe el crítico peruano Isaac León Frías, uno de los más importantes estudiosos del cine latinoamericano: Dios y el Diablo “admite muy difícilmente el ejercicio manifiesto de alguna influencia directa posterior”. Glauber Rocha, de hecho, es un cineasta sin herederos directos en ninguna parte, tal es la violencia de su impronta autoral y la singularidad de su estilo. ¿Cómo, entonces, elaborar una curaduría a partir de una película tan única, tan celebrada justamente por sus peculiaridades incomparables?
Sin embargo, la tarea se impone. Entonces quizás sea el caso de redireccionar la mirada hacia la escucha: no buscar influencias o herencias comprobables, en una historia del cine lineal y cronológica, sino movernos entre ecos y resonancias. El ejercicio curatorial puede también ser una especie de sismografía, en donde nuestros ojos y oídos se afinan para rastrear los estremecimientos sísmicos que, en otras obras, pueden relacionarse con aquel terremoto inicial generado por una obra maestra. Algo del espíritu de Dios y el Diablo – o de alguno de sus gestos cinematográficos, que son tantos – sí resuena en otras películas, y se materializa particularmente en Latinoamérica entre los años 1960 y 1970. De México a Chile, pasando por Colombia, Bolivia y Argentina, es posible encontrar películas que, si bien no comparten integralmente la misma pulsión paradójica y exuberante de la obra maestra de Glauber, trabajan en una frecuencia comparable, y proponen gestos que se acercan a los movimientos de Dios y el Diablo.
En esa tesitura de una alfombra latinoamericana alrededor de la obra, compuse cinco programas en los cuales, de maneras distintas, la película de Glauber resuena. Más que un mapa o un árbol genealógico a partir de la obra, lo que ensayo es construir una suerte de cámara de ecos, en donde se puede escuchar el latido del corazón de Dios y el Diablo mientras se descubre la singularidad de cada película programada. El gesto curatorial acá se mueve menos por una serie de conceptos bien delimitados y más por una sensación, una frecuencia misteriosa que hace pensar en otras películas cuando tratamos de rever Dios el Diablo, o pensar en los gestos glauberianos mientras se redescubre otras películas latinoamericanas contemporáneas a ella o posteriores.
Un tanto instintivamente, siempre me ha acompañado, por ejemplo, la sospecha de que había una afinidad tremenda entre los espacios abiertos que abrigan la lucha final de Ukamau (Jorge Sanjinés, 1966) y el sertão glauberiano, además de un montaje que despedaza a la vez el tiempo y el espacio, y que remite al confronto final entre Corisco y Antônio das Mortes. O que en Los Hijos de Fierro (Fernando Solanas, 1972) el gesto alegórico, en su retomada del pasado para pensar el presente y soñar un futuro, además de los cruces entre el lirismo y la violencia, entre el poema y la crónica, se adivinaba algo del gesto de Glauber.
En el proceso de componer este programa, decidí prestar atención al instinto e ir hacia otras películas, sobre las cuales no tenía tanta claridad en la posibilidad de vínculo con la obra glauberiana, pero que me interesaba explorar. De ese proceso de investigación, que también fue atravesado por rechazos a otras posibilidades luego abandonadas, vinieron De Todos Modos Juan te Llamas (Marcela Fernández Violante, 1976) y Un Día Yo Pregunté (1970), con sus narrativas marcadas por el entrelazado entre la religión católica, el capital y el Estado; Lavra Dor (1968) y La Tierra Quema (1964), con sus interrogaciones fílmicas sobre el latifundio y la lucha; La Primera Carga al Machete (1969), con sus narradores populares y sus tránsitos experimentales entre el documental y la ficción; y La Tierra Prometida (1973), con su estilo barroco y grandilocuente donde se escuchan los ecos de las formas paradójicas de Dios y el Diablo.
Este programa es una invitación a la escucha de estos ecos, y también una manera de decir que, al fin y al cabo, Glauber no estaba solo. Sus gestos más inventivos se comunican subterráneamente con otros, de tantos y tantas cineastas que han interrogado esta tierra que llamamos Latinoamérica, que han investigado su pasado, han enfrentado su presente y han imaginado otros futuros posibles. Y que lo han hecho desde la precariedad y la furia, pero también desde la ambición y el sueño imparables.
PROGRAMAS:
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La tierra quema (Dir. Raymundo Gleyzer, 1964) Argentina. 12 min. + Lavra Dor (Dir. Paulo Rufino, 1968) Brasil. 11 min. + Ukamau (Dir. Jorge Sanjinés, 1966) Bolivia. 75 min.
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La primera carga al machete (Dir. Manuel Octavio Gómez, 1969) Cuba. 84 min.
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Los hijos de Fierro (Dir. Fernando Solanas, 1972) Argentina. 130 min.
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Un día yo pregunté (Dir. Julia Sabogal, 1970) Colombia. 8 min. + De todos modos Juan te llamas (Dir. Marcela Fernández, 1976) México. 100 min.
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La tierra prometida (Miguel Littín, 1973) Chile, Cuba. 124 min.