Visita guiada en presencia de la artista Adriana García.
Hacia mediados del siglo XVII, cuando la ópera veneciana se consolida como un nuevo género musical para consumo público, el canto de las mujeres comenzó a tomar un protagonismo particular. Quisiera pensar que Ruidosa, el último trabajo de Adriana García, es un aria contemporánea de ópera en la que ella performa el papel de una anti-diva. Esta aria cuenta la historia de una voz femenina que tiene una disputa con su propia voz. La cantante está en todo el centro de la escena con una actitud hierática ante la cámara. Al principio, su voz es aparentemente ingenua y angelical, una voz blanca que imita el sonido del motor de un carro. Más adelante pronuncia un intenso “no” seguido de un tímido “sí”. En otros instantes canta melodías que luego quedan suspendidas. También hace sonidos que en un sistema tonal se considerarían “ruidos”. Ya avanzados los minutos, la voz toma vehemencia y se aleja del timbre inicial. Poco a poco, desde el fondo de la escena, se acercan a ella cuatro máquinas extrañas. A medida que pasan los minutos y se acorta la distancia entre estas y la cantante, se incrementa la intensidad del sonido de un motor. Su voz también va adquiriendo mayor potencia.
Cierra su interpretación con una frase: esta voz es mía. Del titubeo inicial que se escuchaba quince minutos antes, de la disputa entre un “sí” y un “no”, pasa a la autoafirmación. Termina su historia como una prima donna veneciana, pese a que no sea una cantante profesional y virtuosa, pese a que su actitud corporal sea la de una anti-diva. Se ha infiltrado en el sistema de audio de las máquinas para que amplifiquen su propia voz, para que esta última retumbe. Incluso, para que ella misma se escuche y diga finalmente que sí, que esa voz sí es de ella.
Nadia Moreno Moya